lunes, 7 de junio de 2010

Ánimo. Siempre se puede

Porque el triunfo no es otra cosa que pelear hasta morir, y si hay que hacerlo, morir, pues que sea en el intento. El triunfo es lo que hacéis ahora, cada tarde, cuando vencéis el sueño, el cansancio, el desánimo y la pereza y os volvéis a sentar frente a los mismos folios. El éxito es esa vergüenza torera que os impulsa a hacerlo, y todo el trabajo y esfuerzo que estáis derrochando. El único fracaso viene del que se sabe tan inferior que ni lo intenta, y la única victoria éxito es venceros a vosotros mismos. Ni el triunfo ni el fracaso se miden en puntos, en décimas, ni en puestos de Selectividad. Ni en cursar una carrera determinada. Así que como dicen mis tíos, que son de Cartagena, no os disminuyáis. No te disminuyas, no te vengas abajo. Y esta tarde, y mañana, y al otro, te vuelves a poner en la misma mesa de siempre, a darlo todo. A vaciarte sobre los apuntes. Porque esa es la única manera de ganar. No es la senda del triunfo, “es” el triunfo. Y si no consigues algo una vez, síguelo intentando mientras te queden fuerzas. Hasta que llegue el momento en que ya no puedas más, que siempre se puede. Y si no, pues bueno, pues hasta ahí llegaste. No hay nada que reprochar al que lo ha intentado con absolutamente todas sus fuerzas, al que ha llegado, dándolo todo, hasta donde ha podido. Porque como alguien me enseñó una vez, no hay nada deshonroso en el soldado que enciende un pitillo y levanta las manos, si antes ha peleado bien a la vista de los suyos. Si antes ha disparado su último cartucho. Eso no es fracasar. Es caer en el intento. Que es lo máximo que te puede pasar a ti, porque tú no puedes perder. Es imposible. Porque tú ya has ganado.

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