lunes, 21 de junio de 2010

A ti, que tienes ilusiones


- Te odio
- ¿Por qué?
- ¿Hay a caso razones para el amor? Pues es igual. El odio, a veces, no tiene razones.
- Si intentas que me crea que eso tiene sentido, te equivocas. Seguiré insistiendo hasta que consiga mi respuesta.
- ¿No sabes que a veces es mejor dejarlo estar, que algunas respuestas pueden hacer daño?
- Me arriesgaré
- Pues yo no.
- Vale, entiendo.
- ¿Qué entiendes?
- El problema...
- No se de qué me hablas
- Sí, lo sabes. Tienes miedo. Temes que te hagan daño; que él te haga daño, igual que ha hecho tantas veces antes. Te asusta la idea de ser quien eres, de mostrarte débil, de que se aprovechen de ti. Quieres cerrarte, echar a todos de tu lado, hacer pensar que nada te importa, pero la realidad es que tienes miedo. Temes al amor.
- Puede. Pero creo, que no te odio por eso.
- ¿Entonces?
- Tú aún puedes evitar el daño, pero has tropezado en la misma piedra sin darte cuenta. Y caerás, como todos.

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